Nunca te lo he dicho,
pero hoy ya no sé
por qué sufro más:
si por hacerte a veces
preguntas tontas,
o por saber que son tontas
y fingido, enajenado
tener que callar
y no preguntarte nada
Tú lo debes de saber:
a veces, la inteligencia
de enmudecer
es la burla más sutil
que a la razón inflama;
es la punta de un alfiler
que en la herida abierta clava
la agudeza de su poder.
Nunca te lo he dicho,
pero a veces preferiría ser
como una de esas almas vagas
que flotan en la inconciencia.
Así, me escurriría en tu amor
loco y sin conciencia
sin importarme
preguntarte...
o no preguntarte nada.
Así, esta silenciosa verdad
no sería tan densa sombra
cada instante, cada vez
que subo los peldaños
de tu amor.
Nunca te lo he dicho, amor,
pero aún cuando resbale,
aún cuando al caer
sólo la tierra aguarde
mi cruel desfallecer,
todavía así...
no te dejaré de querer.