De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.
Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas,
porque, insistentemente, como empujado
por esa idea fija que no se va,
el menor de los chicos ha preguntado:
«¿cuándo será el regreso de mamá?».
El salón reservado oyó la cuita
de una cálida noche pecadora,
y al amor de tu carne ofrendadora
reventaron las yemas de Afrodita.
Fue en esa breve noche de locuras,
propicia al floreal de tus ternuras,
que, cual glóbulos de ansias pasionales,
tu sangre delictuosa de bohemia
infiltró en el cansancio de mi anemia
¡el ardor de los fuertes ideales!