Mujer preciosa para el bien nacida,
mujer preciosa por mi mal hallada,
perla del solio del Señor caída
y en albañal inmundo sepultada;
cándida rosa en el Edén crecida
y por manos infames deshojada;
cisne de cuello alabastrino y blando
en indecente bacanal cantando.
II
Objeto vil de mi pasión sublime,
ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué ese Dios ha colocado, dime
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?
III
Copa de bendición de llanto llena,
do el crimen su ponzoña ha derramado;
ángel que el cielo abandonó sin pena,
y en brazos del demonio ha entregado;
mujer más pura que la luz serena,
más negra que la sombra del pecado,
oye y perdona si al cantarte lloro;
porque, ángel o demonio, yo te adoro.
IV
Por la senda del mundo yo vagaba
indiferente en medio de los seres;
de la virtud y el vicio me burlaba,
me reí del amor, de las mujeres,
que amar a una mujer nunca pensaba;
y hastiado de pesares y placeres
siempre vivió con el amor en guerra
mi ya gastado corazón de tierra.
V
Pero te ví… te ví… ¡Maldita hora
en que te ví, mujer! Dejaste herida
a mi alma que te adora, como adora
el alma que de llanto está nutrida;
horrible sufrimiento me devora,
que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
no lo cambio, mujer, por todo el mundo.
VI
¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres un ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡adoro el vicio!
VII
¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga;
seré feliz si con mi sangre lavo
tu huella, aunque al seguirte me persiga
ridículo y deshonra; al cabo... al cabo,
nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
si a través de tus ojos veo la gloria.
VIII Yo mendigo, mujer, y tú ramera, descalzos por el mundo marcharemos; que el mundo nos desprecie cuando quiera, en nuestro amor un mundo encontraremos. Y si, horrible miseria nos espera, ni de un rey por el otro la daremos; que cubiertos de andrajos asquerosos, dos corazones latirán dichosos. IX X XI XII |
XIII Quiero besar tu planta a cada instante, morir contigo de placer beodo; porque es tuya mi mente delirante, y tuyo es ¡ay! mi corazón de lodo. Yo que soy en amores inconstante, hoy me siento por ti capaz de todo. Por ti será mi corazón do imperas, virtuoso, criminal, lo que tú quieras. XIV XV XVI |
Va con el mártir a remoto suelo,
visita al preso en la mansión sombría,
acompaña al guerrero en lid bravía
y al náufrago infeliz tiende su vuelo.
A esa virgen que alumbra al desvalido,
con esa luz que hasta el sepulcro alcanza,
a esa virgen un tiempo amé rendido.
Y aunque soñé con ella venturanza,
soy desgraciado, porque la he perdido.
¿Sabéis cómo se llama?... La Esperanza.
Alternó la actividad periodística con la poesía y a pesar de que no tuvo oportunidad de estudiar a los grandes maestros, dejó una reconocida obra literaria. En 1862, siendo Teniente Coronel, asistió a las campañas de Querétaro, retirándose luego en 1868 debido a las heridas sufridas en batalla. Resignado y pobre murió en 1882 dejando en la indigencia a sus tres hijos.