–Las religiones a mí me causan miedo. Son tan beligerantes... hay en ellas tan poca tolerancia. Quienes son muy religiosos suponen que su religión es la única verdadera... y odian, desprecian o compadecen a quienes no pertenecen a ella. Por motivos de religión los hombres se han perseguido unos a otros... se han matado. En el mejor de los casos, las diferencias de religión son origen de suspicacias y de hostilidad.
–Pienso –siguió diciendo Jean Cusset– que la mejor religión es el Amor. Y creo que el mejor rito religioso consiste en hacer el bien... pues el bien no es otra cosa que el amor que se ha levantado las mangas para trabajar. Si Dios es Amor –otra cosa en verdad no puede ser–, entonces quien hace el bien lo adora mejor que en cualquier ceremonia. Nadie diga que es hombre religioso si no hace el bien a los demás. Amar y hacer el bien... ¡he aquí la liturgia más hermosa y santa!
Así dijo Jean Cusset... y dio el último sorbo a su martini... con dos aceitunas, como siempre.
—¿Qué clase de milagro quieren –les preguntó Virila.
—Uno muy grande –respondieron ellos.
—Todos los milagros son grandes –les dijo San Virila–, aún los más pequeños. Haré, entonces, un gran milagro pequeño.
Tomó un poco de barro en su mano, le dio forma de un gusanito y luego sopló sobre él. Cobró vida el barro, y trepó el gusanito por el brazo de San Virila para esconderse bajo la manga de su hábito.
—Demasiado pequeño es el milagro –habló burlón uno de los escépticos–. Nuestra fe, por lo tanto, será también pequeña.
San Virila contestó:
—La fe no es del tamaño del milagro. La fe es del tamaño del corazón de quien la tiene. Y cuando la fe se lleva en el corazón ni siquiera necesita milagros...
—Señor -le preguntó-, ¿verdad que la tuya es la única verdadera religión?
—No digas eso Soárez -lo reprendió con suavidad Jesús-. Cuando hablas así no sólo faltas a la caridad, sino también a la buena educación. Si un bondadoso caballero te invita a su casa, ¿te molestarías porque otros invitados llegaron por un camino diferente al tuyo? Muchos son los invitados a mi casa... y muchos los caminos por donde pueden llegar a ella.
—¿Te refieres, Señor -preguntó tímidamente el padre Soárez-, a las diversas denominaciones cristianas?
—Oh, no -respondió el Señor-. Hablo de todas las religiones... y aún de quienes no practican ninguna... son también mis invitados. Llegará a mi casa el que haga el bien. Lo que está mal es dejar tu camino para pelear con el que va por otro. ¿Es cristiano hacer de un hombre tu enemigo por el solo hecho de que se dirige a mi casa por otro camino que tú?
El padre Soárez se quedó pensando... y llegó a la conclusión de que todos los caminos llevan mucho más allá de Roma.
—¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?
—No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores –les respondió Jesús (Lc 5:29–32).
Más información de este gran escritor coahuilense se puede encontrar en la Wikipedia.