No hay camino peor que el de la vuelta.
El pasado es un lugar
en el que siempre es invierno y hace frío.
Volver, volver con la cabeza gacha
y el rabo entre las piernas,
tambaleante y derrotado,
con los bolsillos vacíos
y los mismos sueños;
los que teníamos antes de partir.
De nada sirve huir,
cambiar de disfraz,
quemar los recuerdos
o tomar el primer tren a cualquier parte
cuando la nostalgia hace de las suyas.
Volver es atravesar la bruma de la noche,
entrar en el cementerio,
depositar flores y dejar caer lágrimas
en la tumba del niño que fuimos.
Hay recuerdos dulces
y recuerdos amargos,
pero ambos son brasas
de la misma hoguera,
de esa hoguera inextinguible
que es la memoria.
Volver, sí, pero ¿para qué?
Volver cuando nada importe,
para desenterrar a la luz de la luna
el triste tesoro de nuestra infancia
y descubrir que el cofre está vacío,
que todo ha desaparecido:
el libro de cuentos,
la madera perfumada,
la flor seca,
el regalo del abuelo...
Volver, volver, volver,
como si jamás nos hubiéramos ido.
Pero si ser escritor significa trabajar y luchar como el resto de los mortales, rebelarse y creer, soñar y sentirse insatisfecho, no conformase ni someterse; si ser escritor significa aprender de otros poetas o de cualquier ser humano; si ser escritor significa encender una estrella en la noche oscura, alentar una ilusión, restarle un minuto al tedio y sumarle una sonrisa a la vida, entonces, me gustaría llegar a ser escritora.
María Dubón (Zaragoza, España, 1961). Autora de novelas, poemas, relatos, cuentos eróticos, ensayos y artículos. Creadora del foro de expresión Cierzo y debutante en las librerías con la novela Un año de mi vida.